Me recibí. Alerta Spoiler: Mi vida no cambió.
Ya pasaron unos meses de ese día.
El primer día que entre en la facultad sentí que ese lugar no era para mí. No solo eso, sino que sentía que mi éxito iba a depender de cuanto podría despegarme de mis raíces. De mamá y papá. De mi historia, mis gustos y mis ideas.
¿Cuántas personas habían quedado afuera para que yo pudiese estudiar? ¿Cuánto de mí tenía que dejar para estar ahí?. Me invadía la incertidumbre y la sensación de que, nuevamente, estaba en el lugar equivocado.
Pero hoy, al mirar atrás, me doy cuenta de algo fundamental: no dejé nada de mí atrás. Me traje conmigo todas mis versiones, cada parte de mi esencia y mi historia. La universidad no me obligó a renunciar a quién era, sino que me dio la oportunidad de crecer y fortalecerme como persona.
Soy universitaria sí. Pero también soy hija de un papá que apenas pudo terminar la primaria y tuvo que salir a trabajar. Desde los 16 años es vareador. Hoy tiene 72 y sigue formando parte del trabajo que le apasiona. Él me enseñó que «la calle» también es una gran maestra, que es importante escuchar a las personas y aprender de cada experiencia. Me guió con su sabiduría y sentido común y me pidió que no me olvidara de luchar por los que no podían hacerlo.
Soy hija de una mamá que tuvo su primera hija a los 15 años y aun así decidió terminar la secundaria de grande y seguir estudiando. Limpió casas, atendió negocios y luego se convirtió en profesora de folklore porque cuando era chica quería bailar en los actos y no la dejan porque no tenía dinero para comprarse los vestidos. Desde mi primer día de jardín hasta mi último día de universidad, ella estuvo ahí para apoyarme. Por ella llevo en mis venas la sed de justicia y las firmes convicciones.
Soy hermana de un cerrajero que empezó a estudiar derecho y tuvo que dejarlo para poder crecer en su trabajo. Hoy con mucho esfuerzo tiene su propio negocio y está siempre al pie del cañón trabajando con amor, honestidad y dedicación. Él me enseñó el valor del orgullo y la dignidad.
Soy esposa de un Licenciado en Sistemas a quien le tomó 8 años recibirse trabajando full time y cursando en microcentro. Él fue el primer licenciado que conocí y me mostró que era posible. Su ejemplo fue la certeza de que todos podemos superar cualquier obstáculo y alcanzar nuestras metas.
Por último, pero no menos importante, fui y soy docente de personas mágicas. Todos han dejado una huella imborrable en mi camino. Mis estudiantes me han mirado con amor y han elegido compartir un pedacito de sus vidas conmigo.
Hoy, me miro al espejo y veo a una «licenciada» pero también veo a una persona que ha sido moldeada y enriquecida por cada una de las personas que mencioné.
Soy yo, pero también y, sobre todo, soy con cada uno de ustedes.
La universidad es un lugar más. Hay gente inteligente y no tanto. Gente apasionada y no tanto. Gente buena y no tanto. No hace falta ser “una luz” para recibirse pero sí, compromiso y disciplina
Y al fin (espero) entendí que eso que espero no llegará nunca. Es cuestión de crearnos nuestro pedacito de mundo agradable en cada lugar en el que estamos.
En definitiva, si estás acá tengo esto para compartirte. Todo lo que hice estos años para que el pragmatismo, mi objetivo de recibirme rápido, las obligaciones políticas y la vorágine diaria no me llevaran puesta.
La universidad fue mi gran “arena de barro” y sobre todo fue tiempo de confirmar que algo tengo para compartirle al mundo…
Como mantener intacta la pasión y el amor por el conocimiento, por aprender y sobre todo por construir ideas propias que nos den el privilegio de no depender de nadie.
Sean bienvenidos al mundo Lucerito’s donde los nerds rebeldes somos felices 🌟💁🏻♀️
¡Que el aprendizaje sea siempre una oportunidad para honrar tus raíces y despertar tu voz!
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